6:30 am del 22 de Abril de 2012. La corneta militar de todas las mañanas suena a través del móvil y a tientas lo apago para que no despierte a toda la familia. Día grande. Cuerpo sueñoso.
Rápidamente corro a vestirme, todo está preparado desde el día anterior: ropa, calcetines, abrigo, calzado, dorsal colocado, banda del pulsómetro, esparadrapo...
Y ahora ya sí, listo para la faena
Desayuno lo de siempre (primer problema) y salgo en busca de Luis, en Paracuellos está amaneciendo:
Vamos juntos en Metro, charlando tan distendidamente que casi se nos pasa el transbordo en Colombia. Ya en Retiro, ambiente de maratón. Este año se notaba mucha más presencia internacional. Nos hicieron ir hasta la meta para dejar las bolsas, y desde ahí andando más de 3 Km hasta la salida, ya de corto. Error garrafal de la organización el eliminar los camiones de los años anteriores.
A las 8:35 foto de familia con La Panda del Muro en Banco de España. Últimos ánimos y cada uno a su cajón de salida.
En este momento llega el segundo problema: hay pocos WC en la zona de Colón y mucha gente con necesidad. La señal de salida llega justo a las 9:00 am y me sorprende en pleno proceso de vaciado. Limpieza a toda velocidad y escopetado hacia la salida hecho un ramillete de nervios.
Salgo atrás, acelerando para pasar por los huecos y frenando bruscamente para no chocarme con otros corredores más lentos. En el kilómetro dos, llegamos al primer escenario y mi deformación profesional se impone: a ver qué amplis llevan, qué batería, a ver qué guitarras... cuando me quiero dar cuenta he aflojado demasiado el ritmo y me digo a mí mismo que en los 19 escenarios restantes no puedo fijarme en esas cosas, solo escuchar la música.
Los seis primeros kilómetros son una lucha constante zigzagueando, buscando huecos y cambiando de ritmo bruscamente para progesar o no chocarme... aún no sabía lo que me iba a suponer eso.
A pesar de todo llevo las pulsaciones muy controladas, mi cuerpo está respondiendo muy bien y cuando el terreno se vuelve favorable no me cuesta ponerme a 4:30 min/Km.
En el kilómetro 8, primera mala sensación: voy bien de ritmo, de pulsaciones y de energía, pero me empieza a entrar hambre. Mis experiencias con el hambre en mis primeras maratones fueron realmente traumáticas, así que me asusto. Tenía que haber desayunado algo más, desde las 6:40 han pasado ya casi 3 horas y en estos casos tengo que desayunar más. A otros corredores les va mejor hacer otras cosas, pero a mí no. Debí haber desayunado más.
Paso por el km 10, mis padres me esperan para darme ánimos y el gel que tomaré en el 16. Conozco ya bien estos geles. Te dan energía si ya la has gastado pero no te quitan el hambre, así que le digo a mi padre que en el próximo punto acordado me tenga listo un plátano.
Sigo con unas pulsaciones excelentes, las mejores de cualquier maratón que haya corrido antes y a ritmos ligeramente por debajo de 4:30 min/Km. Voy realmente bien. En Islas Filipinas me encuentro con el grupo que sigue a las liebres de 3h30. Es un grupo muy numeroso y denso, y me cuesta mucho adelantarlos. En el 15 está Guille con su familia, reparten rosquillas que han hecho ellos mismos, pero me doy cuenta tarde y además voy pegado a la acera contraria, así que me quedo sin dulces. No importa, son momentos preciosos de la carrera, volando por debajo de 4:30, con fuerzas y disfrutando de la ciudad, muy volcada con la carrera. Muchos gritos y mucha animación, más que otros años.
Tras un pequeño repecho en Alberto Aguilera embocamos Fuencarral y la carrera se dispara junto con las sensaciones. Con la mirada busco el final de la sombría calle que muere en Gran Vía, y cuándo ésta se abre y la luz la inunda se escuchan los acordes de
La Banda del Oswan tocando en la plaza de Callao.
Busco a mis padres con la mirada; realmente busco un plátano. Cuando los diviso no les había dado tiempo a conseguirme uno. Me ofrecen otro gel, pero no es eso lo que necesito. Empiezo a refunfuñar contrariado pero no me da tiempo: de entre uno de los muchos grupos de La Panda del Muro que jalonan el recorrido dando ánimos aparece Pepe y se poner a correr a mi lado jaleándome. Por un segundo pienso que va a venir conmigo el resto de la carrera y me lleno de alegría, pero rápidamente recuerdo que ya habíamos hablado que su misión hoy era marcar ritmo a Loli. Me deja justo antes de entrar en Callao donde tocan Rober, Tito, Dani, Oskitar y Víctor. Veo a Rober Möller cantando y subido al autobús-escenario. Me divisa y me saluda por el micro, algo así como: "Ahí está Barri, el productor de nuestro primer disco, un músico y atleta grande". En ese momento me mira todo el mundo, desde los atletas de alrededor hasta el público. Le devuelvo de corazón unas palabras que se pierden entre el tumulto pero que me salen de dentro: "Tú sí que eres grande, Maestro":
Pedazo de fotaca que me sacó
Ara en ese momento!!
En ese instante vuelvo la cabeza buscando a Gema y los peques, extrañado de no haberlos visto en Gran Vía... estaban justo enfrente del grupo, en dirección opuesta a donde estay mirando en la foto y no los veo.
Ni me da tiempo a quejarme. Preciados es cuesta abajo y la gente atruena con los gritos. Se me ponen los pelos de punta viendo Sol al fondo. Sé que voy demasiado rápido pero me da igual. Miro el Garmin: 3:55 min/Km y por debajo de 160 pulsaciones. Me lo puedo permitir. Aprieto al entrar en Sol y rujo a la gente para que anime. La respuesta del público es instantánea, como si estuvieran esperando un acicate para empezar a aplaudir. Dios, qué emoción, siempre ha sido lo mejor del Maratón de Madrid. Emboco la calle Mayor a 3:49 min/Km y 167 pulsaciones, me he pasado seis pueblos. Echo el freno y recupero hasta Bailén, donde vuelvo a 154 pulsaciones. Me digo otro año más que un buen maratoniano no hace lo que hago siempre en Sol, consciente de que dentro de doce meses lo repetiré igualmente.
Con tal chute de ritmo me sale un parcial rápido desde Bailén hasta el inicio de Ferraz, y ahí regulo para no forzar en la subida hasta la Media Maratón. Empiezo a mentalizarme de que se acabó la diversión y empieza la carrera. Paso la media en 1h36min15s, solo 3s más lento que en Donosti 2011. No obstante, no me hago ilusiones, sé que el perfil de Madrid impide doblar a menos que en la primera media se haya ido reservón, que no es el caso...
Bajando por Pº de Camoens empiezan a juntarse más sensaciones negativas: el hambre de fondo se mantiene, al menos no ha crecido. Pero comienzo a notar las piernas anormalmente duras y poco sueltas. Me extraño mucho porque en ninguna de las tiradas largas de hasta 29 Km he tenido ningún problema muscular en las piernas, y hoy las empiezo a sentir tiesas en el 24. Sin duda los acelerones y frenazos del principio unido al ritmo salvaje de Sol me están pasando factura, y encima demasiado temprano.
Me digo a mí mismo que hoy quizá sea uno de esos días donde vas a sufrir de verdad. En Príncipe Pío vuelvo a ver a mis padres, esta vez con mi hermana, su chico y... un plátano!!!
Me hago con él y con otro gel, así que entro en la Casa de Campo con las manos repletas. Doy cuenta del plátano mientras que un Garabitas con el que corrí en Zaragoza me saluda. Con la boca medio llena farfullo algo parecido a un saludo.
Entrada en la Casa de Campo. Uno de los momentos temidos. Todo el calor popular de la ciudad se extingue y el silencio se impone entre los corredores. Noto las piernas cargadas y en el repecho hacia el Lago me falta el aire: he elegido un muy mal sitio para terminarme el plátano. Me vienen recuerdos de 2008, donde el Hombre del Mazo me arreó fuerte en ese mismo punto.
Sin embargo nada más rebasar el Lago comienzo a rehacerme, la sensación de hambre desaparece y noto que las energías vuelven. Recupero sensaciones de los entrenos de los domingos por la Casa de Campo y comienzo a adelantar muchos corredores, algunos de ellos han comenzado a caminar. Las sensaciones de fuerza son buenas, pero las piernas van cargadas y se nota: no puedo rodar más rápido de 4:40 min/Km, aunque tengo fuelle para más.
Tras el paso por el 29 el perfil se relaja un poco y recupero ritmo. Paso el 30 en 2h17. Voy para bajar de 3h15 en Madrid, todo un lujo. Me veo bien de fuerzas (todo lo bien que se puede ir en el kilómetro 30, claro). La cuesta de salida de la Casa de Campo me parece más corta y menos empinada que otros años, un grupo de La Panda me anima.
En el 32 tal como habíamos acordado veo a mis padres y recojo el último gel. Me digo que si no cedo a más de 5 min/Km ya tengo hecha la carrera. ¡¡Esto marcha!!
Saludo reverencial al Vicente Calderón en el 34 y visualización mental de la subida final hasta el Retiro. ¡¡¡Puedo hacer sub 3h15 en Madrid!!! Solo tengo que subir sin pasar de 5 min/Km y creo que llevo energía suficiente.
Ataco las primeras cuestas de la calle Segovia y noto que algo no va bien, las piernas no suben. Del 35 al 36 me voy por encima de 5 min/Km, y eso que hay algún tramo de recuperación... La cosa se pone fea. La nube misericordiosa que medio ocultaba el sol se ha desplazado y ahora el astro rey golpea sin piedad, con lo mal que yo llevo eso... Las piernas me empiezan a pesar mucho, cada vez están más duras y ya duelen... los parciales se disparan hasta 5:20 min/Km. Casi en el 38 ya veo que no, que se me escapan los 3h15. Compruebo las pulsaciones y confirman mi sensación: van muy bajas, bastante por debajo de cualquier otro maratón o entreno, no estoy tan cansado como para ir tan lento. Llevo las piernas reventadas, pero los brazos aún me dan para saludar a los fotógrafos:
Pierdo motivación y decido que ya da igual un minuto o dos más, voy con las piernas tostadas y no tiene sentido forzar la máquina para hacer 3h16.
En Atocha me digo que esto ya está hecho, ataco el cuestón de Alfonso XII y Gonzalo de La Panda me da ánimos. Durante la subida hasta la Puerta de Alacalá me dejo llevar únicamente con el objetivo de no sufrir más. Justo ahí veo a XAM y me da aliento corriendo a mi lado. Me da palo que siga conmigo no vaya a perderse el paso de la gente a la que va a ver, se lo agradezco y le digo que los atienda a ellos.
Me falta el puntito de moral para entrar fuerte al Retiro. Sigo dejándome llevar tratando de recomponer la postura, pero no tengo ni ganas ni motivación para apretar al final. Veo a Gema y los peques unos 300 metros antes de la meta, me alegran con sus gritos y me voy a saludarlos, hoy ya sin la presión del crono.
Durante los últimos metros levanto la mirada y observo a mi alrededor. Es una magnífica fiesta del Atletismo y se me dibuja una sonrisa inconsciente. Entro feliz, pero sin el sentimiento épico de otras veces, con la sensación de que esta vez la carrera ha podido conmigo en el último instante.
Paro el cronómetro en 3h 17min 59s netos. Es mi mejor marca en Madrid, pero yo sé que estaba para menos y que no ha sido así por cosas que estaban en mi mano y que se supone que debía haber aprendido ya.
Me detengo paulatinamente y al comenzar a caminar de nuevo hacia el avituallamiento me sobreviene el síndrome del 'click de famobil'. Tengo las patas tan tiesas que parece que no tengo rodillas. Me duelen los cuádriceps, los aductores, por arriba, por abajo, los pelos de las piernas, me duele el pantalón, mi sombra y hasta el DNI que perdí el año pasado. Con esos síntomas ya me imagino la semanita que me espera, pero veo el stand de
Ice Power y veo el cielo abierto. Me fumigan bien las piernas con la poción mágica y al ratito las tengo congeladas, como si estuvieran en hielo. Mano de santo, al rato ya podía caminar y el lunes a última hora estaba casi recuperado. Mañana miércoles ya salgo a trotar. Es increíble lo bien que recupera las piernas el gel este.
Reencuentro con la familia, con Luis (enhorabuena, tú sí que dominaste a la carrera esta vez) y con compañeros de La Panda del Muro.
Con las mismas, procesión hasta el Patro y a dar cuenta en familia de las míticas cervezas, raciones y cubatas post-maratón.
Lo que son las cosas, el año pasado hice 3h28 y entré eufórico. Este año 3h17 (veeeeenga, casi 18) y como si fuera un entreno largo...
Cada vez se me hacen más cortos los maratones. No porque los haga en menos tiempo (que también), sino porque los tengo cada vez más divididos en etapas definidas que voy conociendo y tratando de dominar. Es ya el undécimo, a fuerza de errores algo iré aprendiendo...
Desde hoy comienza el camino hasta el próximo... Ya sé que será San Sebastián, Valencia o Sevilla. Solo falta decidir cuál.